domingo, 2 de noviembre de 2014

Segundas oportunidades - Capitulo 1 - La madurez en esta mierda de mundo


“No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando) ya te dije que el mundo es incontable."
-Mario Benedetti


Según la ley, una persona está preparada para afrontar el mundo a los 18 años. Según la ley, a los 18 una persona tiene el nivel de madurez necesario para ser una persona productiva para la sociedad. Según la ley, cuando cumples los 18 años te conviertes en un adulto.

Cuando cumples los 18 años, ya no puedes depender de nadie si quieres. Puedes ir a hacer tu vida, trabajar, votar, pagar impuestos, y demás cosas responsables.

Pero las personas están lejos de ser responsables y maduras a esa edad. Puede que haya alguna excepción, como mi amiga Rose, pero la inmensa mayoría cuando cumple los 18 años solo piensa que ya es un adulto y es libres para tomar sus decisiones, que puede beber, salir de fiesta, drogarse y tener sexo con libertad. Tener mucho sexo.

Yo no pienso que soy adulto. Ni quiero serlo. ¿Por qué querría si ser adulto es un asco? Van como robots por el mundo, como engranajes de la máquina que es la sociedad. Preocupados por pagar facturas, de las cosas que digan sus jefes, por respetar las leyes.

Porque eso es otra cosa: como ya eres adulto, puedes ir a cárcel. Y eso es chungo, muy chungo. Te pueden maltratar, violar y matar en un mismo día si no eres lo suficientemente duro o si no conoces las personas indicadas.

Yo estoy muy bien como estoy: con mi madre cuidando de mí, saliendo con mi mejor amiga para hacer el tonto, leer libros que me hagan llorar, coleccionar peluches, ver películas de dibujitos, hacer bromas telefónicas,… En definitiva, ser un niño, como Peter Pan en Nunca Jamás, sin crecer nunca. Yo no quiero ni salir de fiesta, ni drogas, ni alcohol… Yo no quiero sexo. Yo quiero las cosas que llevan al sexo. Los besos lentos y luego los apasionados, ponernos cerca, los besos en el cuello, las mordidas, las respiraciones rápidas, tocarnos los genitales, recuperar las pausas para poder recuperar la respiración, sentirnos el uno al otro, y luego . . . . el sexo.

Soy un romántico, lo sé. Y algo egoísta, porque mi madre no puede estar siempre cuidándome, pero tampoco puede chantajearme de ese modo.

-Adrien, tú solo serás joven un vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente. Quiero que tengas todas las experiencias que los jóvenes tienen, no solo las buenas, sino también las malas, para así tropieces y aprendas de la caída. Para que madures. Aunque no se si se puede considerar malo salir de fiesta. Es que estas siempre encerrado aquí dentro. Así que el día de tu cumple coges a Rose y os vais de marcha de discoteca en discoteca a poneros ciegos y a tener sexo salvaje con un negro. O te quedas y tiro todos tus peluches a la basura – dijo con su mirada de “si no quieres acabar mal, no discutas”. – Puede que sea una mala madre por imponerte esto, que es una mala idea. Pero de las malas ideas vienen los mejores recuerdos. Y seguramente cuando seas viejecito y mires al pasado, me lo agradecerás. Es que yo quiero lo mejor para ti. – Y terminando su discurso, me sonrió. Su sonrisa es preciosa. En realidad, toda ella es preciosa. Aunque que sabré yo, que soy su hijo y no tengo opinión imparcial.

Mi madre es alta y delgada, pero ella sigue diciendo que los kilos que ganó con el embarazo todavía no los ha perdido. Es rubia natural, herencia de la parte noruega de la familia. En cambio, sus ojos marrones vienen de sus genes españoles. La gente supone que su tono piel también proviene de su ADN, pero se equivocan. El tono canela de su piel viene de las horas que pasa trabajando bajo el sol en su puesto de comida europea. Ella es la persona más trabajadora y fuerte que he conocido.

Ella me crió sola. Se quedó embarazada de mi cuando era adolescente. El único error que se alegra de haber cometido, según ella. Mi padre, un capullo de clase alta del que gane mis ojos verdes, lo único que hizo por ayudar fue darle la patada, más el dinero para deshacerse de “la cosa esa”, como me llamo él. En vez de eso, mi madre se compro nuestro piso, porque mis abuelos la echaron de casa cuando descubrieron su estado y ella decidió no abortar. Desde nuestra humilde morada, mi madre se saco el graduado escolar y un cursillo de hostelería compaginándolos con su horario de camarera y ser madre. Cuando consiguió el dinero suficiente, se compro el permiso y el puesto que lleva orgullosamente desde entonces, trayendo a casa el dinero suficiente para llegar a fin de mes (normal, cocina genial) y criándome a su extraña manera.

Mi madre para mi es la persona más importante de mi vida, aunque no se lo demuestro muy bien que digamos. Pero ella lo sabe, viene con el instinto maternal.

Es que a veces esta mujer me exaspera, y es muy cruel. Quería tirarme mis peluches. Mis preciosos y adorables peluches. No tiene corazón.

Así que aquí me encuentro: la noche de mi decimoctavo cumpleaños, en una parada de autobús, esperando a mi mejor amiga y preparándome el cuerpo para vivir una noche loca.

Hace frío, como todas las noches en Los Ángeles. Es sorprendente como por de día te asas de calor y de noche te congelas. Intento olvidarme del frío (porque soy muy listo y me dejo la chaqueta en casa) escuchando a Queen.

Tonight I'm gonna have myself a real good time
I feel alive and the world turning inside out Yeah!
And floating around in ecstasy
So don't stop me now, don't stop me
'Cause I'm having a good time, having a good time

I'm a shooting star leaping through the sky
Like a tiger defying the laws of gravity
I'm a racing car passing by like Lady Godiva
I'm gonna go go go
There's no stopping me[1]

Freddy quiere que no lo paren. Yo quiero irme a casa y ver Frozen otra vez mientras como tarta chocolate y escucho las quejas de Rose. Ah… C’est la vie.

De pronto siento que me quitan uno de los auriculares. Giro a la cabeza y miro al encantador ser azul que es mi amiga Rose colocándose el casco que me ha arrebatado. Digo ser azul porque toda ella es azul. Bueno, toda toda, no. La piel la tiene normal, pero el pelo, sus ojos, su ropa y todas sus cosas son azules. Desde tengo uso de razón, ella ha estado obsesionada con ese color. Definitivamente sus padres tuvieron mucha mala suerte al ponerle el nombre.

-¿No te hartas de escuchar siempre lo mismo? Anda, pon una de Sleeping with Sirens – dice mirándome exasperada. – Ah, por cierto, feliz cumpleaños. 9466560 minutos ya.

-¿Perdón? – digo confuso mientras elijo otra canción.

-Mira, te explico. Una hora tiene 60 minutos, y un día tiene 24 horas, por lo que un día tiene 1440 minutos. Si ese número lo multiplicas por el número de días de un año, ósea 365, te dará 525600 minutos. Claramente he redondeado el número porque paso de calentarme la cabeza calculando las 6 horas sobrantes – hace una pausa para tomar aire. Se pone el pelo detrás de la oreja y se queda un par de segundos mirando al infinito. Tras la pausa, continua. – El resultado cambiara a 527040 si el año es bisiesto. Así que, si no me equivoco, tú has vivido 14 años normales, por así decirlo, y 4 años bisiestos, y si hacemos la cuenta, nos dará que usted, amigo mío, ha vivido 9466560 minutos. Minutos en los que has respirado, has inspirado aire a tus pulmones, has insuflado vida a ese trozo de carne que llamas cuerpo. ¡Minutos en los que has tenido que soportar este mundo de mierda!

-Tampoco está tan mal el mundo –digo empezando a entender lo que me quiere decir. Entonces se levanta, y empieza con su discurso shakesperiano diario:

-Eso díselo a los suicidas. ¿Sabes por qué hay más jóvenes suicidas? Pregúntale a esta sociedad de mierda. Que juzga sin pensar. Donde solo valen los estudios en la vida. Donde hay que ser bonita para ser sociable. Que si tienes problemas te dicen que son estúpidos porque hay personas que tienen problemas peores. Eso hace que un ser de este mundo se acompleje, se encierre en si mismo recurriendo a cosas que nunca pensó hacer, por depresión, por angustia. Nadie nota eso porque lo oculta con una sonrisa, finge estar bien para no preocupar a nadie y llora en el baño por la noches... Hasta llegar al punto de querer morir, y después la gente dice “¿Por qué se murió? Si era tan alegre.” Ellos realmente no sabían que su alma había muerto hace tiempo pero su cuerpo era el único vivo... Todo el mundo está ciego. Y todo el mundo es  machista, pero no lo quieren reconocer. Ayer vi por las noticias algo que me indignó bastante: "Consejos a las mujeres para evitar violaciones". En esa lista de "consejos" salían, entre otras cosas, no andar solas de noche, no subir a un ascensor con desconocidos, incluso cerrar las cortinas para evitar miradas indiscretas. Sólo puedo decir una cosa al respecto: indignante. Y por no hablar de las gilipolleces que dice la gente sobre el aspecto físico. Estoy cansada… - Rose interrumpe su monologo y se queda mirando al autobús que se nos acerca por la carretera, hasta pararse justo delante de nosotros.

-Ya ha llegado el autobús- digo.

- ¡No! ¿¡En serio?! ¿¡No me digas?! ¡No me había dado cuenta! – exclama ella sarcásticamente en respuesta.

- Borde – digo antes de entrar en el vehículo.

Pagamos los billetes pasando el carnet de estudiante y nos sentamos ocupando cada uno dos asientos, uno frente al otro. Estamos solos en el bus, así que digo yo que nadie se va a molestar.

-Bueno, lo que te estaba diciendo. Estoy cansada de escuchar comentarios despectivos acerca del físico de cualquier persona. ¿La vida de la gente es tan vacía como para estar comentando el aspecto de cada uno que pasa por la calle? Y lo que me pone de mal humor, lo que más me irrita sobre todas las cosas del mundo es que mi hermana me diga cosas como "Él es demasiado feo para ti" – continua Rose. Mnnn… “él”. Así que esa es la razón de la verborrea esta. Interesante. - Y ella es demasiado gilipollas para ser mi hermana. ¿Qué le pasa en la cabeza? ¿Se golpeo al nacer y se quedo así de tocapelotas el resto de su vida? Que se meta en sus asuntos, ya decidiré yo si es demasiado "feo" o no. La gente no se para a pensar que quizá sus palabras hagan daño a los demás, les importa más unos dientes bonitos en sus bocas que las palabras feas que salen de ellas. No piensan que quizá aquel del que se burlan llora cada noche porque se odia más que cualquier otra persona. En vez de estar criticando a los demás y de buscarle fallos a la gente, esta humanidad de mierda debería aprender algo llamado respeto. ¿Quiénes son para opinar sobre qué es hermoso y qué no lo es? ¿Para decir si algo está bien o mal? ¿Para indicar si es lo correcto? Dejad a la gente que viva como quiera, que sea como quiera; todo el mundo debería poder sentirse orgulloso de como es por dentro y por fuera. Me da pena vivir en un mundo en el que las personas no se quieren a sí mismas, que esconden tanto su cuerpo o forma de ser por miedo a lo que los demás digan. Vive y deja vivir, maldita sea. Cada vez me da más asco vivir en este mundo.

Se queda callada, mirando al espacio. Ahora se encuentra a miles de kilómetros de distancia.

-¿Te has quedado a gusto? Porqué me estas deprimiendo y te recuero que hoy es mi cumpleaños – digo observándola, intentando aguantarme la sonrisa que se me escapa por la comisura de los labios.

-Ci- dice mostrando su carita de ángel. Nuestra relación siempre ha sido así: ella soltando una retahíla de ideas pesimistas sin orden y yo escuchándola. El que dijo que los polos opuestos se atraen tenía razón. Rose y yo no podemos ser más diferentes, pero por eso es por lo que nos llevamos tan bien, nos complementamos.

-Pues yo sigo pensando que el mundo tan mal no está. Tienes razón en todo lo que has dicho, pero también hay gente buena por ahí.

-Ah… pequeño saltamontes, siempre viendo el vaso medio lleno. ¿Qué voy a hacer contigo? – me dice mirándome con ternura. No entiendo lo que quiere decir, pero yo casi nunca entiendo las cosas que ella dice, así que cambio de tema.

-¿Quién es “él”?

-¿Qué?- me mira confundida.

-¿Quién es el que dices que tu hermana dice que es demasiado feo para ti?

-Ah, ese. John Moore, el hijo del decano de la universidad donde trabajan mis padres. Es un niñito de papá homofóbico -  me explica con una expresión de asco arruinando sus facciones. – Mi hermana tiene razón, es un orco, pero no me gusta que diga esas cosas. Nadie tiene derecho de criticar a otra persona por cómo se vea. Incluso si esa persona se merezca una ostia bien dada.

-¿Y por qué dice que no es para ti?

-Porque mis padres han tenido la maravillosa idea de emparejarme con él para la gala de la universidad – dice poniendo los ojos en blanco. - A veces pueden ser tan idiotas que me pregunto donde se han sacado el doctorado. Y hablando de ideas maravillosas, tú madre se ha lucido esta vez.

-Ella piensa que nos está ayudando. Quiere que vivamos experiencias.

-Vaya experiencia. Es muy enriquecedor ir a emborracharse a un bar, matando neuronas. ¡Qué suerte hemos tenido a pertenecer a una generación, donde si nunca has hecho algo extremo, has tenido relaciones con una gran cantidad de personas o te has tenido un ciego de esos de perder el conocimiento, es porque realmente no has disfrutado la vida!- grita irónicamente.

-Anda calla, que seguramente terminemos divirtiéndonos esta noche- digo intentando animarla un poco.

-Claro – dice sin llegar a creérselo. – Oye, ¿a qué discoteca vamos?

-Cat me ha dicho que la mejor de toda la ciudad es una llamada Inferno – le explico. Cat es una de las chicas que mi madre tiene contratadas para ayudarle con el puesto.

-Cat es choni – dice mirándome incrédula, sorprendida de que le haya pedido consejo a ella.

-Será choni, pero sabe más sobre discotecas que nosotros – le recuerdo.

-Eso sí es verdad – dice encogiéndose de hombros.

Nos quedamos en silencio. Ella ha vuelto a irse a la estratosfera, y yo me concentro en la música que reproduce mi ipod, dejándome llevar por la dulce voz de Christina Perri.

But watching you stand alone
All of my doubt suddenly goes away somehow
One step closer
I have died everyday waiting for you
Darling don't be afraid I have loved you
For a thousand years
I'll love you for a thousand more[2]

En aquel momento, mientras escuchaba esos versos, la melancolía se apodero de mi cuerpo. Y duele. Duele mucho. Mi cabeza da vueltas. No sé qué me pasa. Las cosas a mi alrededor comienzan a moverse a cámara lenta. Me giro hacia la ventanilla del autobús, y me encuentro a una chica observándome.

Ella se encuentra en la acera, de pie, mirándome. Parece de mi edad, y es muy guapa, pero no del tipo modelo, sino esa belleza sin pretensiones, pura, de niña pequeña. La acentúa la raspadura que tiene en la rodilla derecha. Viste solamente un vestido de tirantes blanco. ¿No tiene frio? Todo en ella llama mirarla, pero lo más llamativo son sus ojos. Me recuerdan a las estrellas que vi una vez cuando fui con el colegio de excursión al Gran Cañón de Colorado. Hermosas y brillantes. La única diferencia es que sus ojos desprenden cariño y felicidad. Pero no felicidad normal, sino la felicidad que sientes al ver a un viejo amigo después de mucho tiempo sin verlo. Y por el brillo de sus ojos diría que hace demasiado tiempo que no ve a ese amigo.

Ella me sonríe, y de pronto me propulso hacia delante. El bus ha dado un frenazo. Vuelvo a mirar al sitio donde se encontraba la chica antes, pero ahora no hay nadie. ¿Me la habré imaginado?

-Adrien, vamos, que ya hemos llegado – Rose me llama desde la puerta del vehículo.

Me levanto y salgo fuera rápidamente. Todo rastro que dejo en mi persona la extraña ha desaparecido.

Rose y yo nos encontramos en la acera de enfrente de la que se encuentra Inferno, un monstruo de hormigón que se traga a los jóvenes que entran por sus puertas, custodiadas por dos gigantes. Las únicas cosas que lo diferencian de cualquier polígono industrial son el enorme letrero de neón que da una luz roja fantasmagórica a todo lo que le rodea, y el murmuro de la música amortiguada por las gruesas paredes.

-Vamos a tener que esperar un buen rato antes de entrar – dice Rose mientras me indica con la cabeza la larga cola que se forma a lo largo de la pared del edificio. De pronto, aparece una limusina que para delante de la entrada, y de ella se bajan dos conocidas supermodelos. ¿Allí también va gente famosa? Siento como el poco valor que le había echado a esta odisea se evaporaba.

-¿Tú crees que es demasiado tarde para volvernos a casa?

-Anda, que no es para tanto – dice Rose divertida.

-Pero tú eras la que no quería venir desde un principio, ¿es que acaso has cambiado de idea? – le digo ofendido.

-Ya tendrías que saber que las mujeres cambiamos de opinión cada dos por tres – dice regañándome juguetonamente mientras me pasa el brazo encima de los hombros. – Venga peluchito, vamos a ser infinitos[3].

-Vale… Pero deja de llamarme peluchito.

Y empezamos a dirigirnos al final de la cola.




[1] Esta noche voy a pasármelo muy bien/me siento vivo, y el mundo se está poniendo del revés,/y me siento flotando en éxtasis,/así que no me pares ahora, no me pares,/porque estoy pasándolo muy bien, pasándolo muy bien./Soy una estrella fugaz brincando a través del cielo,/como un tigre desafiando las leyes de la gravedad,/soy un coche de carreras pasando como Lady Godiva/voy a ir, a ir, a ir,/no hay nada que me detenga. (Don’t stop me now – Queen)

[2] Pero viéndote solo,/todas mis dudas de alguna manera desaparecen./Un paso más cerca./He muerto todos los días esperándote./Querido, no tengas miedo de que te haya querido,/durante mil años./Te querré por otros mil más. (A thousand years – Christina Perri)

[3] Referencia a la obra de Sthepen Chbosky, Las ventajas de ser un marginado.

1 comentario:

  1. ¡Hola!

    He tenido que pasar por aquí también para leer un poquito desde el principio... ^^ Está muy bien me gustas mucho la introducción :)

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