sábado, 11 de julio de 2015

Crónicas de un Amor Demoníaco - Capítulo 9

“Oh, Todopoderoso Rey de los Infiernos, ¿qué hecho para que me tortures de esta manera? ¿No he devorado acaso suficientes humanos? ¿No he cumplido con mi deber como demonio como es debido?”
-       ¿Qué te ocurre, Lynne?- preguntó a mis espaldas con voz tranquila- Te veo tenso.
“Diablos” pensé, y me di una palmada en la frente con irritación.
-        Señor WRIGHT- dije con retintilín- le agradecería que en público guardara las distancias. A ser posible, de varios kilómetros.- Se acercó y ronroneó:
   -     ¿Eso significa que en privado puedo acercarme cuanto quiera?
La temperatura de mis orejas subió varios grados sin poder evitarlo. “Maldita sea, ¡lo hace a posta! ¡Le gusta verme en apuros!”. Giré a la izquierda y me introduje más en el pequeño laberinto de estanterías de la tienda.
-       ¿Y por qué ese tono cuando dijo mi nombre?- apareció tras la esquina por la que me había ido unos segundos después. “Ignóralo. No le prestes atención”, y así lo hice: agarré un lomo lleno de polvo (el primero que vi) y lo abrí por la primera página.
Las hojas estaban ligeramente más amarillas de lo normal y la tinta no estaba bien definida. Sólo pude captar unas pocas palabras sobre “cultura” y “salvajismo” antes de que volvieran a ponérseme los pelos de punta. Estaba detrás de mí, podía sentir sus ojos por encima de mis hombros.
-       Cof cof- tosió Wright sin naturalidad. Yo le ignoré y traté de seguir leyendo:
<< Debemos tener en cuenta las diferencias entre las muy distintas culturas y formas de vida entre los…>>
-       Ejem, ejem- tosió de nuevo.
<<…por una parte, el sujeto se muestra expectante ante la posibilidad de cambio…>>
¡Eeejem, eeejem!- elevó la voz de golpe; pude sentir las miradas del resto de los presentes en nosotros, a pesar de las estanterías que nos tapaban.-¡COOF, COOF!
-       ¡Ya está bien, ¿qué es lo que quiere?!-susurré con urgencia sin poder aguantarlo más.
-       Que deje de ignorarme.
-       JA- exclamé, pero en seguida me tape la boca. Notaba unas vibraciones de interés en el aura de los presentes, así que reduje el volumen- No creo que eso sea posible viniendo de mí; pídaselo a Santa Claus.
Le di con el libro lleno de polvo en el pecho procurando hacerlo sin suavidad y volví a escabullirme por una esquina. Cada vez estaba más oculto de los oídos indiscretos de los demás; sabía que iba a seguir acosándome, pero si lo hacía, prefería que fuera sin que los demás se dieran cuenta. Creo que le temo más al ridículo en público que al tozudo carácter de Wright.
-       Lynne- apareció de golpe agarrándome un lado de la cintura. Pegué un bote del suelo y se me erizaron los cabellos de la nuca.- Jajajajaja…- rió con suavidad en un susurro.
-       Me cago en la Virg… ¡Wright!- siguió riéndose aunque esta vez en silencio. Su pecho y sus hombros se movían al ritmo de su respiración acelerada mientras trataba de reír en voz baja. Tenía los ojos cerrados y parecían humedecerse a medida que seguía riéndose- No tiene gracia. Eh, Wright. ¡Wright! ¡Ya está bien!
Paró de reírse pero mantuvo en su cara una sonrisa burlona. Los ojos le brillaban. Se mantuvo así un momento, sonriendo, y yo aguantándole la mirada con fiereza; hasta que apretó la mano que tenía en mi cintura (de la cual me había olvidado) y me acercó a él.
-       Ja, ja…vale, vale, lo siento- me pasó un brazo por los hombros- No ha tenido gracia, jaja.
Quedé con la cara pegada a su cuello, mientras sentía que el aire que expulsaba por la nariz hacía que se me moviera un mechón del flequillo. Dejando a un lado la incomodidad de estar rodeado por unos brazos ajenos y el olor a polvo de su ropa, pude notar que, a medida que se alargaba el abrazo, me llegaba cada vez más y más calor, aunque no supe decir si era de mi propia ropa o de su piel.
De forma inesperada, comencé a escuchar los latidos de mi propio corazón en mis oídos. Estaban mezclados con la exaltación del momento y un poco de miedo. Tragué saliva.
La mano que había dejado en mi cintura comenzó a moverse, lentamente, hacia abajo, pasando por el grueso cinturón de cuero que sujetaba mis pantalones. La metió por debajo de mi abrigo y entonces, di un respingo.
-       ¡!- tensé los brazos- …¡Wright!- susurré.
-       Sssh- me chistó- …aguanta.
Me besó la oreja y siguió con su propósito. Continuó bajando la mano hasta llevarla a un lado de mi cadera.
“Oooh, Dios, ¡¿qué hago!? ¡Si me muevo y me resisto continuará presionándome y nos descubrirán! ¿Y si peleo…? Peor aún, me arrancará los brazos; oh, cielo santo…”
-       Hoy te estás portando bastante bien, aunque al principio te pusieras cabezota.- besó el lóbulo de mi oreja. Entonces, me agarró del brazo y me acercó los ojos a los suyos; con una voz tenebrosa dijo:- Voy a castigarte un poco.
Me dio la vuelta con brusquedad y apenas faltaron varios centímetros para golpearme la cara contra la estantería. Y de repente, noté un impacto desde detrás. Abrí la boca en un grito mudo y me llevé las manos allí donde lo había sentido, pero Wright me agarró las muñecas al instante.
Apoya las manos en la tabla de madera- me las depositó donde dijo- e intenta no hacer ruido o te oirán.
-       ¡…! ¡Al que van a oír es a ti!- me quejé. Aún seguía notando el golpe.
-       Pues entonces haz algo para que no nos oigan.- al ver que no decía nada, insistió con voz suave- Ya sabes, se te dan bien los hechizos. Crea un campo insonorizado para que no perciban nada.
¿Un campo insonorizado? Existen hechizos como ese y otras variantes, y por supuesto, soy capaz de ejecutarlos; pero, ¿hacer magia en un lugar público? ¿Al alcance de varios humanos? Y además, ¿¡para protegerle!? Antes muerto.
-       Ten en cuenta que también es para evitar que te escuchen a ti también. A no ser que quieras que esta gente te pille recibiendo nalgadas con un libro.
Guardé silencio. ¿Qué prefería: no hacerlo y que nos descubrieran, o crear el campo insonorizado para protegerme, y, de manera colateral, a Wright también?


  Allí terminó el escrito de aquél día. Probablemente no lo terminara por falta de tiempo, aunque, conociéndose a sí mismo, apostaría a que lo dejó incompleto por vergüenza, o por miedo a que alguien lo encontrara.
  La verdad es que (y aunque le cueste reconocerlo) Astaroth acabó realizando un hechizo de insonorización. Agachó la cabeza con timidez, y, en voz baja, recitó la frase del hechizo en un extraño y arcaico idioma. Enseguida se formó a su alrededor una barrera transparente cuyos bordes hacía que se viera ligeramente distorsionado lo que se encontraba tras ellos. Los campos insonorizados son imposibles de ver, a no ser que se buscara minuciosamente una pequeña distorsión en un lugar cercano. Hecho el hechizo, Astaroth esperó inquieto a que Wright dijera algo, pero en vez de eso, recibió otro golpe en los glúteos con el libro.
-          ¡¡!!- dio un salto por la sorpresa.
-          Por favor, las manos en la estantería.- Con paciencia, Wright se las volvió a colocar.- Así evitarás golpearte la frente con la madera.
  Abrumado por la situación, Astaroth guardó silencio y agachó más la cabeza con la esperanza de que la tierra le tragara. Soltando un suspiro, el otro demonio le volvió a rodear la cintura, pero esta vez, para separar su cadera del mueble y hacer que su trasero quedara más expuesto.
-          Y no te quejes,- advirtió- al principio pensaba quitarte los pantalones.
  Astaroth tragó saliva, pero no ayudó a calmar su seca garganta. Simplemente, cerró los ojos y esperó a que llegaran los golpes.
  Y ahí llegaron.
  El primero de ellos hizo que se sobresaltara. Encogió los hombros y apretó las uñas en la madera polvorienta. A éste le siguió el segundo, y el tercero, y así sucesivamente, hasta que aprendió el ritmo y supo cuándo llegarían los próximos. Wright emitía jadeos cada vez más sonoros a medida que seguía golpeándole.
  Mantuvo una posición encogida y asustada durante todo el “castigo”; hasta que comenzó a notar un pequeño malestar en sus glúteos que más tarde se trasformó en dolor. Apretó los dientes tratando de centrarse en otra cosa que no fuera su culo.
  Entonces Wright paró. Astaroth, de espaldas a él, no podía verle, pero podía escuchar su respiración acelerada. Incluso notar parte del calor que emitía por la boca en pequeños jadeos. Pero no era sólo Wright el que jadeaba. Él también lo hacía, apoyando su peso en la tabla de la estantería, mientras le caían pequeñas gotas de sudor por la frente y hacía que el flequillo se le pegara.
  Aún tenía los ojos cerrados cuando el demonio a su espalda le posó la mano sobre los ojos. Notó cómo el frescor de su mano seca le refrescaba los párpados. Guiado por la mano, echó la cabeza hacia atrás hasta apoyarla en lo que parecía el hombro de Wright, cuya respiración se había relajado un poco.
  Algo suave le tocó la mandíbula. Y entonces escuchó el sonido del beso.
  Wright se separó de él, y, segundos más tarde, se oyó la campanita de la puerta mientras ésta se cerraba.


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-          Señor, ¿nos vamos ya? ¿No piensa comprar nada?
-          No, Johan. Tenía en mente pedir una colección de novelas, pero las únicas unidades que tenían ya se habían agotado.
-          Entonces, ¿volvemos a la mansión, señor?

-          Sí, volvamos a casa.- “Yo también estoy agotado Johan, y no sabes cuánto”. Pensó Astaroth con amargura, antes de volver a sumergirse en las bulliciosas calles de la ciudad. 

1 comentario:

  1. ¡Ánimo para seguir con el trabajo! A mí también me gusta escribir y sé que es dificil así que no tengo más que animaros ^^

    ¡Saludos! :)

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