En la actualidad…
Sentado en el
suelo de la habitación, un joven se encontraba rodeado por una muralla de
libros viejos y amarillentos. Si bien aparentaba tener unos 28, era más mayor
que esos libros. Las motas de polvo que flotaban se volvían invisibles al caer
sobre sus cabellos blancos. Sus ojos, de un azul acuoso un tanto especial, no
eran más normales que su cabello. Llamaban mucho la atención, ya que en el
centro, en lugar de una pupila normal, había una especie de línea vertical
quebradiza, como un rayo, rodeada por un brillo dorado.
Cogía los
cuadernos de cuero uno a uno: 1964, 1957,
1933… “Seguro que Andrew ha vuelto a husmear en mis diarios”, pensó un tanto enfadado. Si había algo que a
él le gustaba era el orden y la limpieza, razón por la que sus diarios estaban
perfectamente ordenados cronológicamente. Pero se ve que a su compañero no le
importaba.
Tras dejar los
libros bien ordenados a un lado y coger otros, sintió un cálido roce en la
nuca.
-Andrew…- adivinó.
-¿Mmmm?- Sin inmutarse, siguió acariciándole y dándole pequeños besos por la cabeza, el cuello y la espalda.
-Has vuelto a
desordenar mis diarios - le regañó mientras seguía recolocándolos.
-Lo siento
Vicent, pero los quería volver a leer. Te dejo que me castigues.- Andrew lo
achuchó contra sí. -Llevo un buen rato esperándote en el dormitorio…- Y
prosigue con su tarea.
-¿Para qué?
¿Para hacer la cama? Ya eres mayorcito.
-Pero yo
pensaba mejor en deshacerla.-Dijo con una mirada seductora. Fue a besarle otra
vez, pero el otro le puso un diario en los morros. Vicent suspiró y bajó el
libro un poco sonrojado.
-Ve tú ya. Termino
de recoger esto y voy ensegui…- antes de poder terminar recibió de improvisto
un ardiente beso en los labios que lo dejó sin aliento. Andrew se aparto, le sonrió, y antes de salir felizmente de la
estancia, le deposito otro besito en los labios.
-No tardes - susurró
sensualmente desde la puerta y se marchó mientras su largo pelo rojo ondeaba a
cada paso que daba.
Vicent iba a
guardar los diarios que llevaba en la mano, tratando de evitar mirar la marca
húmeda que Andrew había dejado en uno, cuando se fijó en el título: 1850. Lo abrió frenéticamente y buscó su
firma en la esquina inferior derecha de la primera hoja, donde se leía con una
perfecta letra en cursiva y con tinta negra el nombre Astaroth. Pensaba que la
pluma tenía cierto encanto que a los bolígrafos de hoy en día les faltaba. Pasó
las páginas y mientras leía, empezó a sentir cierta nostalgia al admirar su
propia letra sobre el papel amarillento y grueso del libro.
Abril, 1850:
Tras desayunar, o más bien,
después de que Chef devorase mi desayuno, esperé la llegada del señor Poulline
que, como siempre, llegó con retraso. Quizá sea verdad que es el mejor modista
de la zona, pero sin duda sus modales dejan que desear. Llegó casi una hora y
media tarde.
Dentro de unos días es la fiesta
en la mansión de la duquesa Miller, y le pedí a que me hiciera un traje nuevo
para la ocasión, y así aprovecho y renuevo vestuario. El viejo lo donaré como
siempre a la Iglesia del pueblo en secreto.
No soportó que la ayudante del
sastre siempre me este mirando tan fijamente cuando él me toma las medidas. Estando
yo en paños menores… ¡qué indecorosa! Sé que se siente atraída por mí, pero
podría disimilar un poco y hacerme la tarea de fingir no darme cuenta de su
deseo más fácil.
Poulline enseguida esbozó un
dibujo del traje: elegante pero discreto, sofisticado, de color blanco, dorado
y azul pálido. Cada vez creo más en los rumores que se oyen por la ciudad sobre
este humano. Definitivamente él sabe
crear con exactitud la prenda especial para cada persona. Al irse le pagué un
poco más de lo acordado a cambio de tenerla antes.
Cambiando de tema, este día tuve
estofado con salsa de ciruelas, puré de patatas y vino francés para almorzar.
No dudo que los platos de Sophie y su hija Valerie huelen y saben a gloria,
pero siempre acabo notando esa sensación de vacío en el estómago. Cada vez me
cuesta más mantener la promesa de no volver a mi antigua dieta. No pruebo un
alma desde hace una década, todo un logro. No es que disfrute matando a los
humanos, pero lo necesito para
alimentarme. ¿Qué culpa tengo yo si es esta mi condición? Sé que no tengo
ningún derecho a robarle la vida a nadie, pero es necesario para nutrirme y
seguir viviendo.
Hablando de robar vidas, ha
vuelto a aparecer en el periódico otra noticia sobre un asesinato en la ciudad.
No sé cuantos van ya, pero la gente está comenzando a sospechar que algo no
marcha bien. Los cadáveres son encontrados siempre con un agujero de bala en
alguna parte del cuerpo. Sin embargo, esa no es la razón de su muerte, todos
presentaban, además signos de que sus almas fueron extraídas. Obra, por
supuesto, de algún demonio recién llegado sin un ápice de discreción. Si desea
devorar almas humanas podría buscarse otro lugar para hacerlo. Cualquier
detalle que pueda descubrir nuestra naturaleza es muy peligroso. Bueno, la
verdad es que me da igual si descubren a ese arrogante mientras no sospechen de
mí no me importa. Aunque claro, ¿quién iba a sospechar que el archiduque Vicent
Aloys Lynne, que vive en las afueras, es en realidad un demonio? Creo que debería
relajarme en ese aspecto.
Siguiendo con mi horario, estudié
un poco de astronomía esta tarde. Resulta fascinante lo que son capaces de
hacer algunos humanos solo con un telescopio. Creo que esta noche releeré a
Johannes Kepler.
Chef vuelve a dormir fuera hoy.
Parece que solo me quiere para que le de comer, pero en el fondo le aprecio.
Además, los dos nos parecemos, ambos fuimos echados de nuestro hogar…
Que siga que siga que mola
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