martes, 21 de octubre de 2014

Crónicas de un amor demoníaco - Capitulo 02 - El diario


En la actualidad…

Sentado en el suelo de la habitación, un joven se encontraba rodeado por una muralla de libros viejos y amarillentos. Si bien aparentaba tener unos 28, era más mayor que esos libros. Las motas de polvo que flotaban se volvían invisibles al caer sobre sus cabellos blancos. Sus ojos, de un azul acuoso un tanto especial, no eran más normales que su cabello. Llamaban mucho la atención, ya que en el centro, en lugar de una pupila normal, había una especie de línea vertical quebradiza, como un rayo, rodeada por un brillo dorado.

Cogía los cuadernos de cuero uno a uno: 1964, 1957, 1933… “Seguro que Andrew ha vuelto a husmear en mis diarios”,  pensó un tanto enfadado. Si había algo que a él le gustaba era el orden y la limpieza, razón por la que sus diarios estaban perfectamente ordenados cronológicamente. Pero se ve que a su compañero no le importaba.

Tras dejar los libros bien ordenados a un lado y coger otros, sintió un cálido roce en la nuca.

-Andrew…- adivinó.

-¿Mmmm?- Sin inmutarse, siguió acariciándole y dándole pequeños besos por la cabeza, el cuello y la espalda.

-Has vuelto a desordenar mis diarios - le regañó mientras seguía recolocándolos.

-Lo siento Vicent, pero los quería volver a leer. Te dejo que me castigues.- Andrew lo achuchó contra sí. -Llevo un buen rato esperándote en el dormitorio…- Y prosigue con su tarea.

-¿Para qué? ¿Para hacer la cama? Ya eres mayorcito.

-Pero yo pensaba mejor en deshacerla.-Dijo con una mirada seductora. Fue a besarle otra vez, pero el otro le puso un diario en los morros. Vicent suspiró y bajó el libro un poco sonrojado.

-Ve tú ya. Termino de recoger esto y voy ensegui…- antes de poder terminar recibió de improvisto un ardiente beso en los labios que lo dejó sin aliento. Andrew se aparto,  le sonrió, y antes de salir felizmente de la estancia, le deposito otro besito en los labios.

-No tardes - susurró sensualmente desde la puerta y se marchó mientras su largo pelo rojo ondeaba a cada paso que daba.

Vicent iba a guardar los diarios que llevaba en la mano, tratando de evitar mirar la marca húmeda que Andrew había dejado en uno, cuando se fijó en el título: 1850. Lo abrió frenéticamente y buscó su firma en la esquina inferior derecha de la primera hoja, donde se leía con una perfecta letra en cursiva y con tinta negra el nombre Astaroth. Pensaba que la pluma tenía cierto encanto que a los bolígrafos de hoy en día les faltaba. Pasó las páginas y mientras leía, empezó a sentir cierta nostalgia al admirar su propia letra sobre el papel amarillento y grueso del libro.

Abril, 1850:

Tras desayunar, o más bien, después de que Chef devorase mi desayuno, esperé la llegada del señor Poulline que, como siempre, llegó con retraso. Quizá sea verdad que es el mejor modista de la zona, pero sin duda sus modales dejan que desear. Llegó casi una hora y media tarde.

Dentro de unos días es la fiesta en la mansión de la duquesa Miller, y le pedí a que me hiciera un traje nuevo para la ocasión, y así aprovecho y renuevo vestuario. El viejo lo donaré como siempre a la Iglesia del pueblo en secreto.

No soportó que la ayudante del sastre siempre me este mirando tan fijamente cuando él me toma las medidas. Estando yo en paños menores… ¡qué indecorosa! Sé que se siente atraída por mí, pero podría disimilar un poco y hacerme la tarea de fingir no darme cuenta de su deseo más fácil.
Poulline enseguida esbozó un dibujo del traje: elegante pero discreto, sofisticado, de color blanco, dorado y azul pálido. Cada vez creo más en los rumores que se oyen por la ciudad sobre este humano. Definitivamente él  sabe crear con exactitud la prenda especial para cada persona. Al irse le pagué un poco más de lo acordado a cambio de tenerla antes.

Cambiando de tema, este día tuve estofado con salsa de ciruelas, puré de patatas y vino francés para almorzar. No dudo que los platos de Sophie y su hija Valerie huelen y saben a gloria, pero siempre acabo notando esa sensación de vacío en el estómago. Cada vez me cuesta más mantener la promesa de no volver a mi antigua dieta. No pruebo un alma desde hace una década, todo un logro. No es que disfrute matando a los humanos, pero lo necesito  para alimentarme. ¿Qué culpa tengo yo si es esta mi condición? Sé que no tengo ningún derecho a robarle la vida a nadie, pero es necesario para nutrirme y seguir viviendo.

Hablando de robar vidas, ha vuelto a aparecer en el periódico otra noticia sobre un asesinato en la ciudad. No sé cuantos van ya, pero la gente está comenzando a sospechar que algo no marcha bien. Los cadáveres son encontrados siempre con un agujero de bala en alguna parte del cuerpo. Sin embargo, esa no es la razón de su muerte, todos presentaban, además signos de que sus almas fueron extraídas. Obra, por supuesto, de algún demonio recién llegado sin un ápice de discreción. Si desea devorar almas humanas podría buscarse otro lugar para hacerlo. Cualquier detalle que pueda descubrir nuestra naturaleza es muy peligroso. Bueno, la verdad es que me da igual si descubren a ese arrogante mientras no sospechen de mí no me importa. Aunque claro, ¿quién iba a sospechar que el archiduque Vicent Aloys Lynne, que vive en las afueras, es en realidad un demonio? Creo que debería relajarme en ese aspecto.

Siguiendo con mi horario, estudié un poco de astronomía esta tarde. Resulta fascinante lo que son capaces de hacer algunos humanos solo con un telescopio. Creo que esta noche releeré a Johannes Kepler.


Chef vuelve a dormir fuera hoy. Parece que solo me quiere para que le de comer, pero en el fondo le aprecio. Además, los dos nos parecemos, ambos fuimos echados de nuestro hogar…

1 comentario: