“Oh,
Todopoderoso Rey de los Infiernos, ¿qué hecho para que me tortures de esta
manera? ¿No he devorado acaso suficientes humanos? ¿No he cumplido con mi deber
como demonio como es debido?”
-
¿Qué
te ocurre, Lynne?- preguntó a mis espaldas con voz tranquila- Te veo tenso.
“Diablos”
pensé, y me di una palmada en la frente con irritación.
- Señor WRIGHT- dije con retintilín- le
agradecería que en público guardara las distancias. A ser posible, de varios
kilómetros.- Se acercó y ronroneó:
- ¿Eso significa que en privado puedo
acercarme cuanto quiera?
La
temperatura de mis orejas subió varios grados sin poder evitarlo. “Maldita sea,
¡lo hace a posta! ¡Le gusta verme en apuros!”. Giré a la izquierda y me
introduje más en el pequeño laberinto de estanterías de la tienda.
-
¿Y
por qué ese tono cuando dijo mi nombre?- apareció tras la esquina por la que me
había ido unos segundos después. “Ignóralo. No le prestes atención”, y así lo
hice: agarré un lomo lleno de polvo (el primero que vi) y lo abrí por la
primera página.
Las
hojas estaban ligeramente más amarillas de lo normal y la tinta no estaba bien
definida. Sólo pude captar unas pocas palabras sobre “cultura” y “salvajismo”
antes de que volvieran a ponérseme los pelos de punta. Estaba detrás de mí,
podía sentir sus ojos por encima de mis hombros.
-
Cof cof- tosió Wright sin naturalidad. Yo le ignoré y traté de seguir
leyendo:
<<
Debemos tener en cuenta las diferencias entre las muy distintas culturas y
formas de vida entre los…>>
-
Ejem,
ejem- tosió de nuevo.
<<…por
una parte, el sujeto se muestra expectante ante la posibilidad de
cambio…>>
¡Eeejem,
eeejem!- elevó la voz de golpe; pude sentir las miradas del resto de los
presentes en nosotros, a pesar de las estanterías que nos tapaban.-¡COOF, COOF!
-
¡Ya
está bien, ¿qué es lo que quiere?!-susurré con urgencia sin poder aguantarlo
más.
-
Que
deje de ignorarme.
-
JA-
exclamé, pero en seguida me tape la boca. Notaba unas vibraciones de interés en
el aura de los presentes, así que reduje el volumen- No creo que eso sea
posible viniendo de mí; pídaselo a Santa Claus.
Le
di con el libro lleno de polvo en el pecho procurando hacerlo sin suavidad y
volví a escabullirme por una esquina. Cada vez estaba más oculto de los oídos
indiscretos de los demás; sabía que iba a seguir acosándome, pero si lo hacía,
prefería que fuera sin que los demás se dieran cuenta. Creo que le temo más al
ridículo en público que al tozudo carácter de Wright.
-
Lynne-
apareció de golpe agarrándome un lado de la cintura. Pegué un bote del suelo y
se me erizaron los cabellos de la nuca.- Jajajajaja…- rió con suavidad en un
susurro.
-
Me
cago en la Virg… ¡Wright!- siguió riéndose aunque esta vez en silencio. Su
pecho y sus hombros se movían al ritmo de su respiración acelerada mientras
trataba de reír en voz baja. Tenía los ojos cerrados y parecían humedecerse a
medida que seguía riéndose- No tiene gracia. Eh, Wright. ¡Wright! ¡Ya está
bien!
Paró
de reírse pero mantuvo en su cara una sonrisa burlona. Los ojos le brillaban.
Se mantuvo así un momento, sonriendo, y yo aguantándole la mirada con fiereza;
hasta que apretó la mano que tenía en mi cintura (de la cual me había olvidado)
y me acercó a él.
-
Ja,
ja…vale, vale, lo siento- me pasó un brazo por los hombros- No ha tenido
gracia, jaja.
Quedé
con la cara pegada a su cuello, mientras sentía que el aire que expulsaba por
la nariz hacía que se me moviera un mechón del flequillo. Dejando a un lado la
incomodidad de estar rodeado por unos brazos ajenos y el olor a polvo de su
ropa, pude notar que, a medida que se alargaba el abrazo, me llegaba cada vez
más y más calor, aunque no supe decir si era de mi propia ropa o de su piel.
De
forma inesperada, comencé a escuchar los latidos de mi propio corazón en mis
oídos. Estaban mezclados con la exaltación del momento y un poco de miedo.
Tragué saliva.
La
mano que había dejado en mi cintura comenzó a moverse, lentamente, hacia abajo,
pasando por el grueso cinturón de cuero que sujetaba mis pantalones. La metió
por debajo de mi abrigo y entonces, di un respingo.
-
¡!-
tensé los brazos- …¡Wright!- susurré.
-
Sssh-
me chistó- …aguanta.
Me
besó la oreja y siguió con su propósito. Continuó bajando la mano hasta
llevarla a un lado de mi cadera.
“Oooh,
Dios, ¡¿qué hago!? ¡Si me muevo y me resisto continuará presionándome y nos
descubrirán! ¿Y si peleo…? Peor aún, me arrancará los brazos; oh, cielo santo…”
-
Hoy
te estás portando bastante bien, aunque al principio te pusieras cabezota.-
besó el lóbulo de mi oreja. Entonces, me agarró del brazo y me acercó los ojos
a los suyos; con una voz tenebrosa dijo:- Voy a castigarte un poco.
Me
dio la vuelta con brusquedad y apenas faltaron varios centímetros para
golpearme la cara contra la estantería. Y de repente, noté un impacto desde
detrás. Abrí la boca en un grito mudo y me llevé las manos allí donde lo había
sentido, pero Wright me agarró las muñecas al instante.
Apoya
las manos en la tabla de madera- me las depositó donde dijo- e intenta no hacer
ruido o te oirán.
-
¡…!
¡Al que van a oír es a ti!- me quejé. Aún seguía notando el golpe.
-
Pues
entonces haz algo para que no nos oigan.- al ver que no decía nada, insistió
con voz suave- Ya sabes, se te dan bien los hechizos. Crea un campo
insonorizado para que no perciban nada.
¿Un
campo insonorizado? Existen hechizos como ese y otras variantes, y por
supuesto, soy capaz de ejecutarlos; pero, ¿hacer magia en un lugar público? ¿Al
alcance de varios humanos? Y además, ¿¡para protegerle!? Antes muerto.
-
Ten
en cuenta que también es para evitar que te escuchen a ti también. A no ser que
quieras que esta gente te pille recibiendo nalgadas con un libro.
Guardé
silencio. ¿Qué prefería: no hacerlo y que nos descubrieran, o crear el campo
insonorizado para protegerme, y, de manera colateral, a Wright también?
Allí terminó el escrito de aquél día. Probablemente no lo terminara por
falta de tiempo, aunque, conociéndose a sí mismo, apostaría a que lo dejó
incompleto por vergüenza, o por miedo a que alguien lo encontrara.
La verdad es que (y aunque le cueste reconocerlo) Astaroth acabó
realizando un hechizo de insonorización. Agachó la cabeza con timidez, y, en
voz baja, recitó la frase del hechizo en un extraño y arcaico idioma. Enseguida
se formó a su alrededor una barrera transparente cuyos bordes hacía que se
viera ligeramente distorsionado lo que se encontraba tras ellos. Los campos
insonorizados son imposibles de ver, a no ser que se buscara minuciosamente una
pequeña distorsión en un lugar cercano. Hecho el hechizo, Astaroth esperó inquieto a que Wright dijera algo,
pero en vez de eso, recibió otro golpe en los glúteos con el libro.
-
¡¡!!-
dio un salto por la sorpresa.
-
Por
favor, las manos en la estantería.- Con paciencia, Wright se las volvió a
colocar.- Así evitarás golpearte la frente con la madera.
Abrumado por la situación, Astaroth guardó silencio y agachó más la
cabeza con la esperanza de que la tierra le tragara. Soltando un suspiro, el
otro demonio le volvió a rodear la cintura, pero esta vez, para separar su
cadera del mueble y hacer que su trasero quedara más expuesto.
-
Y no te
quejes,- advirtió- al principio pensaba quitarte los pantalones.
Astaroth tragó saliva, pero no ayudó a calmar su seca garganta.
Simplemente, cerró los ojos y esperó a que llegaran los golpes.
Y ahí llegaron.
El primero de ellos hizo que se sobresaltara. Encogió los hombros y
apretó las uñas en la madera polvorienta. A éste le siguió el segundo, y el
tercero, y así sucesivamente, hasta que aprendió el ritmo y supo cuándo
llegarían los próximos. Wright emitía jadeos cada vez más sonoros a medida que
seguía golpeándole.
Mantuvo una posición encogida y asustada durante todo el “castigo”;
hasta que comenzó a notar un pequeño malestar en sus glúteos que más tarde se
trasformó en dolor. Apretó los dientes tratando de centrarse en otra cosa que
no fuera su culo.
Entonces Wright paró. Astaroth, de espaldas a él, no podía verle, pero
podía escuchar su respiración acelerada. Incluso notar parte del calor que
emitía por la boca en pequeños jadeos. Pero no era sólo Wright el que jadeaba.
Él también lo hacía, apoyando su peso en la tabla de la estantería, mientras le
caían pequeñas gotas de sudor por la frente y hacía que el flequillo se le
pegara.
Aún tenía los ojos cerrados cuando el demonio a su espalda le posó la
mano sobre los ojos. Notó cómo el frescor de su mano seca le refrescaba los
párpados. Guiado por la mano, echó la cabeza hacia atrás hasta apoyarla en lo
que parecía el hombro de Wright, cuya respiración se había relajado un poco.
Algo suave le tocó la mandíbula. Y entonces escuchó el sonido del beso.
Wright se separó de él, y, segundos más tarde, se oyó la campanita de la
puerta mientras ésta se cerraba.
******************************
-
Señor,
¿nos vamos ya? ¿No piensa comprar nada?
-
No,
Johan. Tenía en mente pedir una colección de novelas, pero las únicas unidades
que tenían ya se habían agotado.
-
Entonces,
¿volvemos a la mansión, señor?
-
Sí,
volvamos a casa.- “Yo también estoy agotado Johan, y no sabes cuánto”. Pensó
Astaroth con amargura, antes de volver a sumergirse en las bulliciosas calles
de la ciudad.